
Sin importar cuantas veces se declare su abolición, la comprensión de la fotografía como registro de lo real siempre vuelve a constituirse. Como una filtración que no puede ser contenida, la responsabilidad que el pensamiento moderno asigna a la representación fotográfica nos dificulta asimilar las retóricas de lo particular. Aun cuando comprendamos el rol del autor en la creación de imágenes fotográficas, subsiste la lectura realista de los hechos registrados. Una posible explicación es la función social que aún guarda la fotografía en nuestra vida cotidiana, donde habita nuestras interacciones como documento burocrático, evidencia, prueba médica, noticia, etc. Su estatus parece tan estable que cualquier sujeto o institución con acceso a la reglamentación de su naturaleza tiene en sus manos el orden social.
La obra de Samuel Chambi Flores orbita en torno a esta tensión. Su trabajo como artista visual está siempre en busca de fisuras en los discursos sobre la producción fotográfica contemporánea. La exposición “No ficción (no documental)” continúa esta apuesta reflexiva, esta vez enfocándose en la economía visual del documentalismo fotográfico.
Crear un documento es crear un dispositivo para el control y, en consecuencia, la práctica de lo que llamamos documentalismo fotográfico sirve tanto como ejercicio de poder como de resistencia, donde el potencial reside en la capacidad de inscribir puntos de vista como descripciones justas de algún fenómeno humano. Si lo que vemos en una fotografía documental es verosímil, esta se vuelve representación y los sujetos atrapados en su territorio se tornan actores en el flujo constante que construye nuestra imagen del mundo. Poco a poco, la homogeneidad en las representaciones oscurece la heterogeneidad del contexto y, no sin oposición, sus personajes pasan a cumplir un rol en la pugna del autor por reclamar la soberanía de la interpretación.
En un continente multicultural como el nuestro, parece imposible evitar que el documentalismo fotográfico se embriague de otredad. Una y otra vez volvemos al registro persistente de la diferencia hasta que algunos escenarios y eventos empiezan a tornarse comunes. En ellos encontramos sujetos que se homologan ante la mirada técnica del aparato fotográfico y, ordenados para el consumo, pierden la posibilidad de presentarnos una identidad particular.
Las obras que conforman esta exposición se aproximan a cierta estética documental para incitar una discusión. Sobre escenas listas para representar, Samuel Chambi ha dispuesto una intervención pictórica que hace visible la mecánica de un orden de producción, circulación y consumo. Al poner en evidencia un modo de ver, con estas imágenes intervenidas Chambi busca hacer explícito el lugar del espectador en la construcción de un orden documental, señalando así la necesidad de una mirada crítica para navegar las imágenes de nuestra cultura en el contexto fotográfico contemporáneo.
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