Una mirada a los ritos funerarios de la Lima popular, un camino a casa que se vuelve una meditación a través de la fotografía, una historia de ficción sobre la inmigración japonesa construida con fotografías y cartas reales o una mirada al mundo de las drag queens son algunos de los trabajos con los que se graduaron los miembros de la promoción 2017-II de la Carrera de Fotografía Profesional del Centro de la Imagen y que se exhiben de lunes a viernes de 9 a.m. a 9 p.m. y los sábados de 9 a.m. a 5 p.m. en la galería El Ojo Ajeno (Av . 28 de Julio 815, Miraflores).
Luego de tres intensos años de estudio y creación, el pasado miércoles 13 de diciembre Gabriela Chanamé, Fiorella del Castillo, Briam Espinoza, Andrea Gandolfo, Giovana García Soto, Gustavo Huamaní Oré, María Luisa López Lira y Pedro Pablo Mantegazza sustentaron sus proyectos de titulación –que implican el desarrollo de un proyecto visual y de un ensayo que lo sustente, además del montaje del proyecto visual en la galería– ante un jurado integrado por Natalia Iguiñiz, artista visual y profesora de la PUCP, Paulo Dam, arquitecto y también profesor de la PUCP, así como Flavia Gandolfo y Sandra Elías, profesoras del curso de titulación del Centro de la Imagen. Los ocho aprobaron satisfactoriamente la sustentación y se graduaron el viernes 15 de este mes.
De acuerdo con Flavia Gandolfo, Directora de la Carrera de Fotografía Profesional del Centro de la Imagen, “Es emocionante verlos terminar, luego de todo el trabajo desarrollado en estos años, y obtener su título. Este tiempo no se ha centrado sólo en la fotografía. Se ha centrado también en ampliar las formas en que ellos se entienden a ellos mismos y a su entorno, con tolerancia, ética y perseverancia”.
Esa comprensión de su entorno se ve claramente en trabajos como los de Briam Espinoza, quien nos ofrece en Si hay tras la muerte, amor un ensayo visual acerca de las prácticas del duelo en los cementerios Virgen de Lourdes, de Villa María del Triunfo, y El Sauce, de San Juan de Lurigancho. La Mirada de Briam pone de manifiesto cómo en estos ámbitos, sin excluir el dolor, el duelo incluye celebración, comida, bebida y música. De modo similar, Gustavo Huamaní explora en Inconsecuencia, uno de los rasgos característicos del paisaje urbano limeño.
De acuerdo con Gustavo, “En el proceso de caminar y observar la ciudad emergen formas a las que resulta imposible asignarles un sentido como parte del tejido urbano: figuras envueltas e inoperativas, que no parecen responder a ninguna necesidad personal o colectiva, se asientan en medio del asfalto como marcas que se sitúan entre el anti-monumento y una suerte de escultura/instalación involuntaria”.
Giovana García explora el activismo femenino como opción personal y pone sobre el tapete la discusión sobre la maternidad como opción en Disidentes/maternidad y género en el activismo. Su trabajo es el retrato de 20 mujeres feministas de distintas edades –entre los 17 y 71 años– que luego son entregados a cada retratada para ellas lo intervengan y plasmen sobre él su posición frente a la maternidad utilizando diferentes técnicas de intervención, expresando textual y gráficamente su opinión.
Otro trabajo que se desarrolla en las coordenadas de las problemáticas de género es el de Andrea Gandolfo, quien elabora un fotolibro titulado De chu de bu en el que retrata la exploración de la identidad de género que algunos los miembros de su entorno más cercano realizan a través las personificación de drag queens. El título del libro alude a la jerga del transformismo y, tal como explica Andrea, “El drag es, por definición, el arte de la transformación; decidí abordar el tema como un constante flujo visual en el libro, para permitirme hablar del género como una experiencia social que cambia constantemente en vez de ser una realidad fija tal como lo postula el paradigma de la heteronormatividad. El proyecto plantea la libertad que existe para poder fluir entre géneros, y se pregunta qué tan accesible es esta libertad en nuestro contexto”.
En clave distinta, los trabajos de Gabriela Chanamé y Pedro Pablo Mantegazza desarrollan miradas introspectivas, cargadas de sentimiento, y exploran la intimidad de la memoria familiar, aunque lo hacen de maneras muy distintas entre sí. En “Ponte los zapatos, allá está Paraíso” Gabriela registra su recorrido del trayecto que lleva desde la carretera hacia una casa en el medio de una chacra familiar. “Este trabajo me ha permitido investigar acerca de la relación entre la memoria, el acto de caminar y el fotografiar”, explica. El resultado de este deambular hacia una suerte de pasado perdido es un fotolibro que le brinda al espectador un particular ritmo en la contemplación de cada escena del recorrido.
Por su parte, Pedro Pablo Mantegazza realiza en Focus una exploración acerca de la casa en la que creció de niño, la casa de sus abuelos, y el modo en que este espacio ha devenido en hogar (precisamente el origen etimológico de nuestra palabra hogar está en el latín focus) para él y para ellos. En sus palabras, “uso del medio fotográfico como una forma de hallar un punto de anclaje y poder acercarme y representar este espacio emocionalmente inexplorado”.
Por último, los trabajos de María Luisa López Lira y de Fiorella del Castillo transitan por una vía distinta, en que la reflexión acerca de la naturaleza de la imagen es un componente esencial. María Luisa presenta Sr. Nakao, un fotolibro en el que vierte una historia ficticia creada a partir de la unión de cartas y fotografías japonesas encontradas por separado en una casa de antigüedades del centro de Lima. Con ello, no solo se apropia de la estética de raigambre oriental para su trabajo, sino que nos muestra cómo las imágenes no tienen significados fijos y que éstas pueden adquirir nuevos sentidos al interior de los contextos adecuados.
Fiorella Del Castillo, quien recibió el premio a mejor proyecto de titulación, se graduó con Devenir-materia, una investigación visual sobre la materialidad del cuerpo a través de su representación en el soporte fotográfico. Tal como lo explica Fiorella, “la exploración se realiza sobre la superficie del negativo fotográfico, que funciona como metáfora de la superficie material del cuerpo: la piel. A través de la intervención directa sobre el negativo, la imagen del cuerpo es transformada por una serie de veladuras; y a la vez, la contemplación de estas imágenes del cuerpo dependerá de la manipulación de la pieza por parte del espectador, con lo que se crea una experiencia de la imagen tanto táctil como visual”.
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